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Según la RAE, machismo es la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Esas actitudes pueden englobar muchas conductas de dominancia y minusvaloración de la mujer en el ámbito doméstico, laboral y social. La misoginia es aversión hacia las mujeres y a todo lo que representa lo femenino. La diferencia es sutil y a veces se confunden los dos términos, pero no todos los machistas son misóginos, ni todos los misóginos tienen que ser machistas. A su vez, no todos los machistas o misóginos son maltratadores de mujeres, aunque desde luego hay una elevada proporción de machismo y misoginia en la violencia de género. Un misógino puede sentir tanto desprecio por las mujeres, que no quiera su compañía y huya de ellas. Un machista puede sentirse o creerse superior a las mujeres, pero necesitarlas y en cierto modo apreciarlas. En la violencia de género, la principal característica del agresor es que por machismo y/o misoginia, pretende controlar y someter a la mujer y para ello utiliza diversas formas de agresiones físicas, psicológicas y morales.

LA HERENCIA MACHISTA Y MISÓGINA

Los hombres con este tipo de creencias van a modelar (consciente o inconscientemente) en los hijos conductas de desprecio hacia la madre y hacia las mujeres en general, transmitiendo como un virus a los hijos varones estas expresiones y vinculaciones patológicas, disminuyendo la autoestima y el respeto a su identidad de género en las niñas. Así se crea un ciclo de violencia en el que se repetirá a través de generaciones el esquema víctima-victimario.

El maltrato a la madre constituye maltrato a los hijos porque ella constituye la fuente de vinculación primaria ya desde el embarazo. Desvalorizar o agredir a la madre es despreciar a la parte más implicada generalmente en su protección afectiva. El que maltrata con agresiones, vejaciones, amenazas, etc. está incapacitado afectivamente o cuando menos tiene graves problemas en el ámbito de la socialización, por lo que tiene sentido que, para proteger a los menores, no se le permita ejercer el rol parental, ya sea privándole de la patria potestad o suspendiendo visitas sin supervisión. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género recientemente aprobado, ha establecido entre otras medidas que en el ámbito civil se interrumpa el régimen de visitas en casos de maltrato a la madre. De esta forma se evita la instrumentalización de los hijos por parte de los maltratadores para seguir dañando a la mujer.

 

 

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